Ana Teresa de la Parra Sanojo, más conocida como Teresa de la Parra, fue una escritora venezolana con cierto renombre en su época, pero que pasado el tiempo fue quedando relegada al olvido. Nacida en París, pocos días antes de que se clausurara la Exposición Universal de 1889, pasó los años de su infancia en una hacienda familiar ubicada en las afueras de Caracas, ciudad donde desarrolló su labor de escritora, aunque en constante transito entre Latinoamérica y Europa. Murió en Madrid un 23 de abril, al igual que Cervantes y Shakespeare, (pero de 1936) tras una larga convalecencia por tuberculosis.


Teresa de la Parra convulsionó la estrecha sociedad de su tiempo, tradicional, provinciana y patriarcal, con su primera novela Ifigenia, diario de una señorita que escribió porque se fastidiaba. La intensa crítica a la posición de la mujer, el constante desacuerdo con el orden familiar y los atisbos de una sexualidad "diferente", son algunas de las cuestiones reflejadas en su breve obra literaria, completada pocos años después con su noveleta Las memorias de Mamá Blanca. Esta segunda narración no generó el mismo entusiasmo y debate público que Ifigenia, quizá una parte del público esperaba que la autora mantuviera el tono irreverente ya mostrado y no supo ver la profundidad del relato bucólico de un grupo de hermanas pequeñas en una hacienda rural del siglo XIX.

Sin embargo, para la escritora y crítica literaria Silvia Molloy en ambos libros "se entretejen temas que permiten configurar una sexualidad no dicha, temas como la amistad apasionada entre mujeres, la necesidad de exiliarse de una sociedad donde uno no cabe, la estulticia de la burguesía caraqueña, el sacrificio individual en nombre de un deber de clase, y siempre, por encima de todo, la insinuación de un secreto que nunca se revela".

De ese modo, los recuerdos infantiles de Mamá Blanca a sus 5 o 6 años de edad son un relato inocente y desideologizado, para quien solo observa las tranquilas aguas superficiales del texto, o una cierta declaración de intenciones donde se pueden rescatar del fondo de la trama estructuras que refuerzan los vínculos entre mujeres, personajes femeninos que transgreden los roles asignados por la ideología patriarcal, declaraciones antirracistas, filosóficas, artísticas o literarias. Donde Simone Weil escribe (a propósito del concepto de justicia en Platón) que "no hay hombre que por más sabio, perspicaz y justo que sea que no esté influido por el aspecto físico y más aún por la situación social de las personas", Teresa de la Parra aclara: "piense indulgentes que las personas más impresentables son generalmente las más interesantes. Yo creo que el cuerpo suele adornarse con detrimento del espíritu".

El espacio de intimidad en el que la madre peina a la hija, los momentos compartidos alrededor de los cuentos, poesías, fabulas o relatos mitológicos, la descripción del zambo Vicente Cochocho... la narradora demuestra una sensibilidad ávida y libre, reaccionando de modo muy sutil ante cosas desconocidas o sacando a la luz los pequeños detalles de una vida sencilla, mostrando que quizá no son tan pequeños después de todo. Pero como recuerda Virgina Woolf, muy a menudo "los valores de las mujeres difieren de los que ha implantado el otro sexo; es natural que sea así. No obstante, son los valores masculinos los que prevalecen". Y por eso las descripciones elegidas, hechas por una mujer (y además niña), tuvieron que chocar con los críticos de su tiempo.

De no haber sido por su destacada belleza, elegancia y refinamiento, propio de las «señoritas decentes» del momento, Teresa de la Parra no habría sido admitida en los más importantes círculos intelectuales de la Venezuela de hace un siglo. Porque desde luego su calidad literaria estaba fuera de toda duda. Y sin embargo, no sería hasta el año 1989, en el centenario de su nacimiento y 53 años después de su muerte, cuando los restos de la literata se trasladarían al mausoleo ubicado en la ciudad de Caracas para ser oficialmente reivindicados dentro de la historia patria venezolana. Y con ellos una especie de halo que la mantiene a cierta distancia de sus lectores. Una especie de cerco sagrado e inmutable fue forjado alrededor de la escritora por gran parte de la crítica literaria encargada de curar, antologar, editar y compilar el impecable material de Parra.
De los 150 personajes históricos que reposan en el Panteón Nacional de Venezuela solo 4 son mujeres, y de entre ellas Teresa de la Parra la única escritora.
Para que la mujer sea fuerte, sana y verdaderamente libre de hipocresía, no se la debe sojuzgar frente a la nueva vida, al contrario, debe ser libre ante sí misma, consciente de los peligros y de las responsabilidades, útil a la sociedad aunque no sea madre de familia, e independiente pecuniariamente por su trabajo y su colaboración junto al hombre, ni dueño, ni enemigo, ni candidato explotable, sino compañero y amigo.
Teresa de la Parra. Influencia de las mujeres en la formación del alma americana. Tres Conferencias Inéditas (1961)