A punto de finalizar la edición de "El camino de Paros", un libro que contiene las últimas crónicas de José Enrique Rodó antes de su muerte en Palermo el 1 de mayo de 1917, hay varios detalles que tras su lectura me han llamado la atención de esta obra (póstuma).
Los textos reunidos se recogieron del Cuaderno de viaje que el autor elaboró desde su partida de Montevideo el 14 de julio de 1916, camino de un autoexilio hacia Europa, hasta la última anotación el 22 de abril; es decir, nueve meses.
"El 30 de abril él se quejó de un malestar que creyó pasajero, pero por la tarde duraba todavía. Solicitó del propietario del Hotel des Palmes, un caldo condensado. Al anochecer sintió que las fuerzas le faltaban. Se llamó un médico en vista de que la fiebre estallaba con una violencia inaudita. En pocas horas el mal hizo progresos alarmantes. Al día siguiente, 1º de mayo, fiesta de los trabajadores, fiesta que Rodó habría quizás consagrado al trabajo tranquilo y fecundo, el gran escritor se extinguió. Sus últimas palabras murmuradas en italiano, fueron éstas: ¡Dolore… grazie!..."
Con estas palabras relató desde Palermo Rafael Simboli, para Caras y Caretas, el fallecimiento de Rodó que, en realidad, no ocurrió en el Hotel des Palmes sino en el hospital San Saverio. La noticia se conoció en Montevideo el 3 de mayo, y un año después el editor español de Rodó decidió reunir los textos de su truncado viaje y junto a otras reflexiones publicó la primera edición de "El camino de Paros". ¿De quién sería la ocurrente idea de ponerle ese título, teniendo en cuenta que Rodó sólo pensaba visitar Portugal, España, Italia y Suiza, e instalarse en París? ¿Se debería quizá a una hipotética contribución de la isla cicládica al pensamiento helenístico, al que estaba consagrado el autor uruguayo? Ni Grecia era un objetivo del viaje, ni Paros hizo aportación alguna a la cultura de la Hélade, salvo que consideremos al escultor Escopas un referente del arte clásico.
Sorprende la tremenda actualidad de sus artículos sobre el movimiento nacionalista en Cataluña. Cien años después bien podrían expresarse en idénticos términos algunas de las afirmaciones vertidas en las páginas del libro. "Es, sin duda, uno de los aspectos principales de la actualidad española", dice Rodó, y uno de sus interlocutores le asegura que "la España actual, que es un Estado único, no es, ni con mucho, una única nacionalidad, sino un mal armonizado conjunto de nacionalidades", y añade "allí donde dos o más nacionalidades coexisten dentro de un Estado simple y único, —que es actualmente el caso de España—, puede afirmarse, sin más averiguaciones, que hay una nacionalidad opresora y una o varias nacionalidades oprimidas".
Rodó traslada las impresiones recogidas en dos frases que pueden servir de corolario:
"el pensamiento de los más representativos e influyentes, sobre ese delicado punto, podría concretarse de este modo: —No deseamos la separación; pero la separación llegará a ser inevitable si las resistencias a nuestro ideal de autonomía no ceden de su presente obstinación. O en otros términos: —Antes mil veces la emancipación absoluta que el mantenimiento indefinido del régimen actual".
Igualmente es destacable la vigencia de su ideal sobre la unidad latinoamericana, en tiempos en que desde distintos países de la región se trabaja para estrechas los vínculos de colaboración entre naciones. Para Rodó existe "un hecho fundamental" y es
"que somos esencialmente «unos»; de que lo somos a pesar de las diferencias más abultadas que profundas, en que es fácil reparar de cerca, y de que lo seremos aún más en el futuro, hasta que nuestra unidad espiritual rebose sobre las fronteras nacionales y prevalezca en realidad política".
Así las cosas, para el escritor hay "una idea muy clara y muy apasionada de la fuerza natural que nos lleva a participar de un solo y grande patriotismo", y la obra más fecunda no seria otra que "formar el sentimiento hispanoamericano; propender a arraigar en la conciencia de nuestros pueblos la idea de América nuestra como fuerza común, como alma indivisible, como patria única. Todo el porvenir está virtualmente en esa obra", concluye. Dejaba para más adelante el desarrollo de otro concepto, el de "formar «ciudades», ciudades con entera conciencia de sí propias, y color de costumbres, y sello de cultura". Y asegura:
"Llegaremos así a tener ciudades que merezcan toda la dignidad de este nombre y haremos que al federalismo convencional que hoy se estila en algunos de los mayores pueblos hispanoamericanos, suceda, con el andar del tiempo, un federalismo real, viviente, dolorido, que reconozca por razón de ser y por energía inspiradora ese principio de civilización a que llamo el «alma de las ciudades»".
Hay otras muchas reflexiones dignas de citarse, pero dejo al lector interesado en los viajes, el arte, la historia, la poesía o los gatos que las busque mediante la lectura de este libro.